Un ascensor espacial que conecte la Tierra y la Luna

La gravedad, esa fuerza fundamental del Universo que atrae a los cuerpos en relación a su masa, además de las evidentes consecuencias en nuestra vida diaria, supone un obstáculo difícil de salvar cuando hablamos de la conquista del espacio. Escapar de su abrazo acarrea un costoso esfuerzo al que muchos han intentado dar solución de las maneras más imaginativas. Cada kilo que enviamos al espacio representa un extra de  combustible que repercute aumentando nuevamente la carga que a su vez necesitará más energía para despegar.

Desde los inicios del siglo XX el problema de evadir la fuerza de la gravedad para surcar los cielos y posteriormente para alcanzar el espacio ha sido uno de los rompecabezas más complicados a los que se enfrentó la capacidad creativa de los ingenieros.

Posiblemente fuese el ingeniero ruso Yuri Artsutanov el primero que planteó seriamente esta posibilidad en un artículo, publicado en 1960 dentro del diario Komsomólskaya Pravda, que llevaba por título: «Al espacio en una locomotora eléctrica«.

Esta idea inspiró a los autores de los años posteriores y a finales de la década de los años ’70, en el marco de la literatura de ciencia ficción, ya era frecuente el encontrar libros y películas que incluían un ascensor espacial en órbita espacial.

El concepto es sencillo (en la teoría) y consiste en un enorme cable que llegue desde la Tierra hasta el espacio. En otras versiones también se habla de dos en forma de raíl como las vías de un tren. Los principios fundamentales de este ambicioso proyecto de ingeniería se basan en una serie de premisas: El cable debe medir unos 36.000 kilómetros, partiendo desde el ecuador de la Tierra y llegando hasta una estructura construida en el espacio que haga de contrapeso girando equilibradamente en órbita geoestacionaria.

Muchos podrían pensar que es una locura, pero desde hace un tiempo los físicos e ingenieros están cada vez más convencidos de que una gran obra así cada vez está más cerca.

El problema más importante de este ascensor es sin lugar a duda el cable. Para soportar las enormes tensiones a las que va a estar expuesto se necesitaría construirlo utilizando  un material con una resistencia que, hasta hace poco, era impensable.

Afortunadamente, estamos viviendo una época revolucionaria en este aspecto. El desarrollo de metamateriales cada vez más sorprendentes unido al notable avance en las estructuras realizadas con nanotubos de carbono, nos están ofreciendo una respuesta satisfactoria a muchas de las incógnitas que el ascensor espacial planteaba hasta ahora.

En los últimos años han ido surgiendo numerosos proyectos de ascensor espacial, e incluso algunos ingenieros se han atrevido a dar un paso más allá y comienzan a sugerir cables que conecten la Tierra con la Luna.

Este es el caso del científico Alexander Bagrov, procedente del Instituto de Astrofísica de Rusia, que esta semana ha lanzado una sorprendente propuesta de ascensor espacial que incluiría un cable de unos 400.000 kilómetros (dependiendo de las fases de apogeo y perigeo) y que estaría realizado a base de nanotubos de carbono.

El proyecto resolvería los grandes costos que supone el lanzamiento de cohetes y transbordadores al espacio, abriendo además nuevas posibilidades que incluirían transporte de carga, inicios de minería y comunicación entre el planeta y una futura base instalada en el satélite.

A muchos estas ideas y proyectos les sonarán demasiado lejanos, pero quizá ha llegado el momento de plantearnos la situación: Si alguna vez nos decidimos realmente a comenzar una verdadera aventura en el espacio, los viajes hacia el Universo deberán iniciarse obligatoriamente fuera de la Tierra y su molesta gravedad.

Evidentemente, estamos viviendo una enorme crisis económica mundial que, unida a la  falta de visión de futuro de nuestros dirigentes, están haciendo imposibles muchas ideas que, a pesar de parecer de ciencia ficción, lo cierto es que ya podrían hacerse realidad con la tecnología que contamos hoy en día. Son proyectos que suenan increíbles, sin embargo, les haré una pregunta: ¿Crecer y avanzar como especie no implica precisamente arriesgarse y buscar lo imposible?

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Acerca de A. Arrieta

Físico egresado de la Universidad de Córdoba con sede en la Ciudad de Montería. Magister en Física de la Universidad Nacional de Colombia con sede en la ciudad de Medellín. Docente del Instituto Tecnológico Metropolitano (ITM) y docente adscrito a la Secretaría de Educación de Medellín. "Amarrar el conocimiento no te hace más sabio, en cambio compartirlo te hace más útil a la sociedad, trascender y no morir para siempre".
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